Una
reciente encuesta de una de las “big four”
muestra que la profesión de auditoría interna está en continuo cambio y que se
adapta con rapidez a un mundo que parece estar a la vez expandiéndose,
contrayéndose y cambiando… Siempre evolucionando.
Dicha
encuesta revela que la reducción de costes encabeza la lista de prioridades de
los directores de auditoría interna en estos momentos, pues la prolongación de
las crisis obliga a adoptar medidas con las que ganar en eficiencia de la
actividad. Aún así, otras cuestiones como la intensificación de la
globalización, la adaptación a riesgos nuevos y emergentes y la escasez de
recursos relacionados con las tecnologías de la información siguen ocupando los
primeros puestos de dicha lista.
Las
condiciones económicas actuales también tienen otras implicaciones en la
actividad de auditoría interna, ya que han salido a la luz grandes riesgos de
fraudes que, aunque existían desde hace tiempo, el descenso en el nivel de la
actividad económica ya no permite su ocultación. Además, los despidos de las
plantillas y otras reducciones de costes similares están a menudo reduciendo
drásticamente, o incluso eliminando, capas cualificadas de la gerencia media,
al tiempo que importantes funciones de control también se han podido ver
afectadas por estos cambios.
Debido
a estas circunstancias los responsables de los departamentos de Auditoría
Interna se están viendo obligados a actualizar sus Planes con mayor frecuencia,
adecuándolos a las amenazas vigentes de cada momento, ajustando sus recursos a
las capacidades necesarias para ocuparse de los riesgos de negocios
contemporáneos, de los que destacaríamos los estratégicos y de negocio, por
delante, hoy en día, de los de cumplimiento o financieros. Lo cual,
posiblemente, comportará cambios en las estructuras de los Departamentos.
En
este mismo sentido podemos señalar que en un Foro de Expertos de Auditoría
Interna celebrado en Madrid a iniciativa del IAI España, se constituyeron
varios grupos de trabajo para analizar las iniciativas puestas en marcha por
las Direcciones de Auditoría ante la situación económica financiera actual, al
entender por parte del Instituto que la crisis podría estar afectando a la
función auditora respecto de los contenidos y la naturaleza de los trabajos a
desarrollar, bien por decisión propia o por demanda de los Comités de Auditoría
y/o de la alta dirección, a los que los responsables de las Auditorías han de
ofrecer soluciones.
Entre
las conclusiones que se obtuvieron destacamos dos que consideramos de
importancia para el asunto que nos ocupa:
1ª)
Existencia de una opinión generalizada de que actualmente resultan
especialmente significativos los riesgos de fraude, morosidad, solvencia,
reputación, crédito a clientes, entre otros, por lo que los procesos en los que
estén presentes se han situado en niveles de máxima prioridad en la supervisión
a realizar por auditoría interna.
2ª)
Esta modificación de la importancia relativa de algunos riesgos, ha producido
cambios en la naturaleza de los trabajos de auditoría, pues, debido a las
nuevas prioridades, se ha pasado a dar un mayor peso a los trabajos de índole
correctivo, que aunque no signifique renuncia a la concepción moderna de
auditoría, ni un cambio de filosofía, permite vislumbrar un cierto retorno
hacia lo básico, recuperando y recurriendo a la faceta inspectora. Aunque ahora
ya no se denomine así, sino por su terminología anglosajona: Forensic Auditing, pues parece que suena mejor.
Por
todo ello, la idea que queremos transmitir se resume señalando que los cambios
observados en la función de auditoría necesarios para ajustar su actividad a la
trascendencia de los riesgos que realmente inciden hoy en los negocios, han
puesto en valor la utilidad de disponer de equipos especializados con los que
investigar los fraudes (Inspección o Auditoría Forense), ya que este es un
riesgo específico, que siempre está presente en
las organizaciones, que se podrá reducir, pero nunca eliminar.
Admitiendo
lo que al inicio de este artículo señalábamos respecto a la necesidad de introducir cambios, éstos
no necesariamente han de ser consecuencia de grandes innovaciones, pues las
experiencias anteriores pueden seguir siendo plenamente válidas.
De
compartir este planteamiento, surge la pregunta sobre qué recomendaciones
podrían trasladarse a aquellos DAI que quisieran aplicar las sugerencias que se
encuentran en estas líneas, debiendo destacar que una de las claves del éxito
está en la prevención, en la que la difusión por toda la organización de la existencia de los
programas de gestión del riesgo de fraude resultará vital. Así como también lo
es la creación de la conciencia de que los controles de detección son eficaces.
Por
ello creemos oportuno que se debería incidir en los siguientes aspectos:
a)
Habilitación de un canal de denuncias anónimo hacia las Comisiones de
Auditoría, para el uso de cualquier empleado de la sociedad.
b)
Implantación de indicadores de fraude tipo banderas rojas que nos alerten sobre la
existencia de indicios de posibilidad de fraudes, o del deterioro del control
interno existente.
c)
Ser beligerante con los defraudadores; lo importante es el hecho, no la
cuantía, si lo defraudado ha sido poco, es porque no se ha tenido posibilidad
de aumentarlo.
d)
Especialice a parte de su equipo de auditores en el riesgo de fraude, que sean
los que atiendan las llamadas de la organización para actuar ante situaciones
sobrevidas, pero también para que elaboren un plan de trabajo anual preventivo
con el que juzgar la existencia de
indicios de fraudes.
Resumiendo:
(i) los fraudes podemos concluir que están presentes en todas las
organizaciones, (ii) no parece que estén bien controlados, (iii) se evolución
reciente es incremental y (iv) no existe ninguna forma con la que erradicarlos
en su totalidad. Motivos por los que Auditoría Interna ha de estar atenta a
esta situación, disponiendo de los profesionales que puedan desarrollar la
necesaria supervisión que nos diagnostique los fallos de control existentes, la
verdadera magnitud del problema y los factores de riesgo apreciados; si para
ello se debe incluir en la estructura del Departamento de Auditoría Interna una
Unidad de Inspección, la respuesta no es fácil de obtener, pues eso dependerá
de múltiples circunstancias, pero lo que parece incuestionable es que la labor
inspectora, o llamémosla sin complejos “policiaca”, hoy por hoy es necesaria
dentro de la naturaleza de los trabajos a realizar por Auditoría Interna,
aunque ello nos obligue a reconocer que en parte regresemos al pasado; pero al
igual que cualquier tiempo pasado no siempre fue mejor, tampoco necesariamente
ha de ser peor.
Somos
conscientes que la concepción fiscalizadora de auditoría interna está mal
vista, y que se ha visto reemplazada por otra visión más dinámica, menos
agresiva y más participativa, la que representa su cara amable, al actuar como
socio de los gestores y portadora de valor hacia las organizaciones. Aunque
debemos señalar que este rechazo a la labor inspectora es debido a la forma de
concebir ambas modalidades de auditoría, ya que se planteaban como excluyentes,
o una u otra. Lo cual no está en nuestro modelo, puesto que defiende su
coexistencia y complementariedad.
Fue
este planteamiento dual y excluyente el
que provocó el rechazo a la labor inspectora -del latín inspicere (mirar adentro)- a realizar por la
auditoría interna en su lucha contra fraude, que incluso se ha trasladado a las
Normas emitidas por el IIA Global, puesto que, cuando se refiere al riesgo de
fraude (Ver Norma 1210.A2) sigue señalando que: “el auditor interno debe tener
suficiente conocimientos para evaluar el riesgo de fraude y la forma que
se gestiona por la organización, pero no es de esperar que tengan
conocimientos similares a los de aquellas personas cuya responsabilidad
principal es la detección e investigación del fraude”, en clara discriminación con
otros tipos de riesgo, como por ejemplo el de tecnología de la información,
cuando en el mismo Marco, Norma 1210.A3, se señala que: “los
auditores internos deben tener conocimientos suficientes de los riesgos y
controles clave en tecnología de la
información y de las técnicas de auditoría disponibles basadas en tecnología
que le permitan desempeñar el trabajo asignado….”,
aclarando, eso sí, que estos conocimientos no se espera concurran en todos los
auditores, solo en aquellos cuya responsabilidad fundamental es la auditoría de
tecnología informática.Dos preguntas nos surgen de los
regulado por el IIA. Primera: ¿Por qué esta diferenciación en el rol a
desempeñar por Auditoría Interna antes estos dos tipos de riesgos, los
tecnológicos y los relativos al fraude?, y seguidamente ¿Quiénes en las
organizaciones son los que tienen la responsabilidad principal es la detección
e investigación del fraude?.
Por
todo ello, la idea que queríamos transmitir se resume señalando que los cambios
observados en la función de auditoría
para ajustar su actividad a la trascendencia de los riesgos que
realmente inciden hoy en los negocios, han puesto nuevamente en valor la
utilidad de disponer de equipos especializados con los que investigar los
fraudes (Inspección), ya que este es un riesgo específico, que siempre está
presente en las organizaciones, que se podrá reducir, pero nunca eliminar.
Por
tanto, admitiendo lo que al inicio de este artículo señalábamos respecto a la
necesidad de introducir cambios, estos no necesariamente han de ser
consecuencia de grandes innovaciones, pues las experiencias anteriores pueden
seguir siendo válidas, como lo demuestra el auge que la Auditoría Forense está
teniendo en el ámbito de nuestra actividad, si bien hemos de reconocer que se
está produciendo en un esquema de prestaciones externas de servicios vía outsourcing ofrecido por las consultoras. Pero
de este tema ya hablaremos en otra ocasión.
Madrid, 18 de Marzo de 2013.
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