Una mejor práctica aplicada por
algunas Unidades de Auditoría Interna, es la de incorporar en sus informes un
rating o semáforo con el que informar y resumir la gravedad/trascendencia de
las conclusiones alcanzadas. Para ello se hace preciso disponer de un sistema
de valoración, mediante el otorgamiento de una calificación homogénea, tanto de la situación global del ente
auditado, como específica de cada uno de los riesgos vinculados al mismo.
La valoración final del rating, que
suele ser único en cada informe, no es más que la ponderación de los valores
otorgados a cada uno de los subfactores
que lo componen.
Recientemente hemos tenido la
oportunidad de conocer la metodología aplicada por la Unidad de Auditoría
Interna de una gran empresa española, según la cual, la otorgación de los
valores de cada subfactor
se realiza con una puntuación entera de 0 a 100.
Obteniéndose, por ponderación de la valoración individual de cada subfactor, el rating agregado.
Con la finalidad de poder aportar
algunas sugerencias a la Unidad de Auditoría que emplea esta metodología, y con
el objetivo de que se puedan adoptar las decisiones precisas para que se
posibilite a la áreas auditadas una mayor transparencia y detalle de la
calificación asignada, así como complementar la visión que se derivará de los
indicadores aplicados. Nos permitimos identificar, y proponer, algunas
“oportunidades de mejora”. Que a continuación reproducimos:
1º) Que el sistema de puntuaciones
aplicado lo considerábamos poco operativo, ya que el dato cuantitativo
empleado, en realidad, se deduce de la valoración cualitativa concluida por los
auditores sobre la situación del ente auditado, y no al revés, tal como
señalaba el procedimiento.
Creímos más adecuado que se valoren
los riesgos residuales según las
incidencias detectadas, dándole una calificación cualitativa (buena,
mala, regular,
….) de la que se derivaría la cifra que finalmente se ponderase con el peso de
cada uno de ellos establecido en la normativa. Agregando finalmente el valor
asignado a cada uno de ellos; con lo que habremos estimado la probabilidad de
ocurrencia de los riesgos.
(Esta forma de proceder permitirá,
en la presentación de los resultados, justificar la puntuación finalmente
deducida, partiendo de las valoraciones cualitativas de cada factor, según la
situación observada, según la criticidad de las conclusiones/observaciones
evidenciadas, según su frecuencia).
2º) Una vez ya evaluada la
probabilidad del riesgo, según lo descrito en el punto anterior, consideramos
oportuno que también se evalúe su severidad, es decir el impacto que produciría
en el ente auditable la materialización de los riesgos, para lo cual estimamos
oportuno que se debería considerar la entidad económica de dichos entes.
Empleando para ello los indicadores que se entiendan oportunos, como por
ejemplo: volumen de negocio, patrimonio, etcétera. Dando lugar a un segundo rating,
que
se debería añadir al actualmente existente, empleándose niveles, por ejemplo,
tales como:
Impacto financiero: Grave,
de X millones de euros a Y millones de euros; Importante
de
Y millones de euros a Z millones de euros; Significativo, de Z millones a ….; Leve,
de M a B miles de euros.
3º) Por último, y considerando la
posible falta de correlación que puede existir entre la importancia de los
riesgos (impacto y probabilidad) y la “calidad” de la gestión realizada por los
responsables de la actividad, consideramos conveniente que los dos rating
anteriores se complementasen con un tercero que evalúe la eficacia de la
gestión realizada. Para ello podría ser útil hacer un seguimiento sobre la
evolución de determinados indicadores de desempeño que se ajusten a cada
proceso auditado.
Este tercer rating creemos que es
estrictamente necesario, ya que es el que intenta medir el grado de eficacia de
la gestión realizada por los responsables del proceso/ente auditable, puesto
que, como podemos observar en un ejemplo sencillo, un aspecto será la situación
del enfermo (grave, pronóstico reservado, leve, etc)
que es lo que miden los rating 1ª y 2º, y otro aspecto diferente es la calidad
del tratamiento aplicado, que es lo que pretende evaluar el tercero de los
rating, que consideramos necesario también medir; sobre todo si del rating de
nuestros trabajos se pudieran derivar “bonus”
o “retribuciones variables por desempeño”.
4º) En cualquier caso, y como
medida de prudencia, también entendimos oportuno comentar que, de considerarse
aprovechables estas ideas, se debería profundizar en su desarrollo, difundiendo
su aplicación entre los ámbitos gerenciales correspondientes, solicitando su
opinión sobre la oportunidad de aplicarlas.
En el mismo sentido, y de
compartirse lo señalado, antes de aplicarlo, creo que deberíamos explicar su
necesidad y metodología, sobre todo porque una cosa es la situación del
enfermo, y otra muy distinta la profesionalidad del facultativo.
Madrid, octubre de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario