Recientemente he tenido la
oportunidad de leer un magnifico informe sobre la situación del fraude a nivel
mundial, elaborado por la Association
of Certified
Fraud
Examiners,
en
el que se describen las características actuales del riesgo de fraude, así como
la evolución que está teniendo a lo largo de estos últimos años, pudiendo
observar, como primera conclusión, que el fraude es un fenómeno universal, pues
afecta a todo tipo de actividades y/o empresas, bien sean públicas o privadas,
e independiente de la actividad económica desarrollada, e incluso también ajeno
al ciclo económico que atraviesen los entornos en las que las
organizaciones se desenvuelven. Puesto
que, como ya he tenido oportunidad de comentar en alguna otra ocasión: El fraude es un riesgo que resulta
inevitable; solo tiene como espacio y límite el ingenio humano, lo cual
requiere que los auditores y los responsables de control estén
siempre actualizados de los métodos que se emplean para detectarlo y
prevenirlo. Solo se volverá manejable si se logran entender los elementos
que lo generan.
En este sentido, y de acuerdo con
lo reflejado en los estudios realizados al respecto, podemos señalar que el perfil que define el
estereotipo del gran defraudador al que debemos enfrentarnos, se corresponde
con:
Varón, entre 36 y 45 años de edad, relacionado con el área financiera, con
cargo gerencial o superior, con
más de diez años en la compañía, y que trabaja normalmente coludido con otros
colegas.
Adicionalmente, y respecto a la
frecuencia de ocurrencia de los fraudes ocupacionales, es decir aquellos que
son cometidos por los empleados de la organización, la información derivada de
las encuestas refleja los siguientes datos:
Fuente: Association of Certified Fraud
Examiners.
En tanto que si nos centrásemos en
los protagonistas de los fraudes, la conclusión sería que estadísticamente un
10% de los fraudes son realizados por los Ejecutivos del máximo nivel, que
ocasionan un perjuicio del 75% del
impacto total, mientras que otro 30 % se debe adscribir a los Gerentes y Jefes,
provocando un 20 % de los daños ocasionados, y el 60% restante de los fraudes
lo realizarían empleados de nivel medio y bajo, pero provocando solo un 5 % de
las pérdidas materiales.
Pues bien, pues si ya tenemos claro
quiénes son los colectivos que aportan un mayor riesgo de fraude, creo que
podríamos empezar a diseñar los programas anti-fraudes que sean precisos para
combatir eficazmente estas amenazas, pero centrándonos fundamentalmente en la
fase preventiva, que es donde debemos esperar una mayor eficiencia de los
controles que implementemos. Lo cual no debe interpretarse como que nos
olvidemos de la fase de “detección”, es decir la correspondiente a la
identificación de los responsables de las acciones fraudulentas, pero
entendiendo que la prioridad estaría en que el fraude no se produzca (controles
preventivos), no en la fase de la investigación (controles correctivos).
Hemos hecho esta diferenciación, no
solo por la mayor eficiencia esperada de los controles de tipo preventivos,
sino también, porque es en esta forma de combatir y apoyar la lucha contra el
fraude, donde la auditoría interna tiene su campo de actuación específico. Como
ahora veremos.
En la lucha contra el fraude
existen tres grandes grupos: los auditores externos, los auditores internos y
los auditores forenses. Tiendo estos colectivos unos ámbitos de actuación
diferentes. En concreto:
Los auditores externos focalizan su
actuación en los Reportes Financieros, y
su actuación viene determinada, cuando nos estamos refiriendo a los
fraudes que estos puedan contener, en la
Statement
on
Auditing
Stanandards Nº 99, cuya responsabilidad quedaría
circunscrita al siguiente resumen:
•Descripción de las características
del fraude que pudiera observarse.
•Importancia de aplicar el
escepticismo profesional como criterio de actuación.
•Debatir dentro del equipo de
auditores intervinientes sobre los riesgos de incorrecciones materiales debidas
al fraude que puedan apreciarse.
•Obtención de la información
requerida para identificar los riesgos de incorrecciones materiales debidas al
fraude.
•Evaluación de los riesgos
identificados después de tomar en consideración una evaluación de los programas
y controles de la entidad.
•Respuesta a los resultados de esa
evaluación.
Como observamos, actuaciones todas
ellas incluidas en un entorno detectivo.
Mientras que al auditor
forense le correspondería investigar los
supuestos de delito financiero de los cuales haya
sido formal y legalmente apoderado por la dirección de la sociedad o
por terceras personas que actúan en defensa de sus propios intereses en el
ámbito de la organización. Siendo el responsable de:
• Planificar la investigación.
• Ejecutar la investigación.
• Evaluar la evidencia recolectada.
•
Presentar y sustentar su informe.
Es decir, nuevamente nos movemos en
un entorno detectivo
posterior al acontecimiento de los hechos fraudulentos, en esta ocasión con la
finalidad de centrarse en las actividades y técnicas que reconocen si el fraude
se ha producido, se está produciendo, y quién lo realizó.
Estas dos actuaciones a posteriori
son totalmente necesarias, pero no alcanzan la utilidad que debemos esperar de
aquellas que le corresponden a las auditorías internas, ya que, de acuerdo con
los expertos, la prevención, no solo en este riesgo, sino con carácter general,
representa normalmente el 80% de la solución. En este sentido, en el documento Gestión
del Riesgo de Fraude Empresarial. Una Guía Práctica,
elaborado por la citada Association
of Certified
Fraud
Examiners
(ACFE), el American
Institute
of Certified
Public
Accountants
(AICPA)
y el IIA, se defiende la necesidad de que las empresas actúen en defensa del
riesgo de fraude de acuerdo a los siguientes 5 principios:
Principio
1:
Como parte de la estructura de gobierno corporativo de las organizaciones,
estas deberían implementar un programa de gestión del riesgo de fraude,
incluyendo una política (o políticas) por escrito para transmitir las
expectativas de la junta directiva y la alta dirección respecto de la gestión
del riesgo de fraude.
Principio
2:
La exposición al riesgo de fraude debería ser evaluada periódicamente por la
organización para identificar posibles esquemas y eventos específicos que la
organización necesite mitigar.
Principio
3:
Las técnicas de prevención para evitar potenciales eventos clave de riesgo de
fraude deberían estar establecidas, cuando sea posible, para mitigar posibles
impactos en la organización.
Principio 4: Las técnicas de detección
deberían estar establecidas para descubrir
eventos de fraude cuando
las medidas preventivas fallen o
los riesgos no mitigados se materialicen.
Principio 5: Un proceso
de reporte debería
estar implementado para solicitar y recabar datos sobre potenciales
fraudes y un enfoque coordinado de investigaciones y acciones correctivas
debería ser utilizado para ayudar a asegurar que el potencial fraude es
afrontado de manera apropiada y oportuna.
En cuyo programa las Unidades de
Auditoría Interna, en línea con la
misión de evaluación que le corresponde de los procesos de riesgos, controles y
gobierno, deben asumir las siguientes actuaciones:
•Identificar los indicadores de
fraude que permitan detectarlos y disuadirlos. Entendiendo por disuasión del
fraude a aquellas acciones tomadas para evitar la realización del fraude y para
limitar sus impactos si es que el fraude se produce. El principal mecanismo
para la disuasión del fraude es el control.
•Ayudar en la disuasión del fraude
mediante el examen y la evaluación de la adecuación y la efectividad del
sistema de control interno, considerando el grado de exposición o riesgo
potenciales en los diferentes segmentos de las operaciones de la organización
•Cuando el auditor interno sospeche
de la existencia de irregularidades, debe informarlas a las autoridades
responsables de la organización.
•El auditor interno puede
recomendar cualquier investigación que considere necesaria en esas
circunstancias.
Como vemos todo ello de acuerdo con
lo recogido por la Norma 1210. A1,
que recordemos señala que: “Los
auditores internos deben tener conocimientos suficientes para evaluar el riesgo
de fraude y la forma en que se gestiona por parte de la organización, pero no
es de esperar que tengan conocimientos
similares a los de aquellas personas
cuya responsabilidad principal es la detección e investigación del
fraude”.
Siendo así, en las estructuras de
las Unidades de Auditoría Interna debería existir un grupo especializado en la evaluación del riesgo de
fraude, al igual que sucede con los riesgos informáticos, que serían los encargados
de evaluar los procesos de gestión y control del riesgo de fraude, que no
deberíamos denominar “Auditores forenses”, ya que estos tienen un campo de
actuación dirigido a la detección
de las responsables de los fraudes. Sugerimos denominarles
“inspectores”, que como sabemos es un término que proviene del vocablo latín, inspectio,
que significa, según el Diccionario de la Lengua española: Cargo
y cuidado de velar por algo.
Pero no nos compliquemos con
aspectos semánticos, lo que está claro es que los auditores internos deben
preocuparse de que los “usos” de las organizaciones, es decir que sus procesos
sean eficientes, pero también que no existan “abusos” que perjudiquen sus
intereses y dificulten la consecución de sus objetivos. En el primer objetivo,
los “usos”, actúan los profesionales que denominaríamos auditores, mientras que
en los “abusos”, los tipificados como inspectores. Habiendo eludido así el
término auditor forense que puede ser equívoco, y sobre todo no adecuado para
ser realizado por las Unidades de Auditoría Interna.
En cualquier caso, lo importante es
que seamos conscientes que la prevención es la mejor forma de combatir los
fraudes, y que en esa fase del programa de lucha contra el fraude, las Unidades
de Auditoría deben actuar decididamente, empleando diversas técnicas, como por
ejemplo las denominadas “banderas rojas “ que como corresponde a KRI
(indicadores de riesgos clave), permitirán observar situaciones que nos alerten
de la posible existencia de factores de riesgo de fraude. Aspecto al que
próximamente le dedicaremos algunos comentarios.
Con el deseo de que estas opiniones
puedan ser útiles, aprovecho para desear un feliz año 2014 a todos aquellos que
me hayan correspondido con su lectura.
Jesús Aisa Díez
05 de Enero de 2014
me gustó mucho! y lo aplicaré en la empresa que trabajo. Saludos
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