Como sabemos el fraude empresarial es un riesgo que está
presente en todo tipo de organizaciones y en cualquier latitud, por lo que se
hace preciso concederle la grave importancia que tiene, administrándole convenientemente. Para ello,
y como actuamos con cualquier otro riesgo, hemos de empezar por concretar cuáles son sus dos atributos,
impacto y probabilidad.
Respecto del posible impacto, de acuerdo con las
estadísticas elaboradas por los
especialistas, podemos decir que, en términos generales, el fraude tiene unas
enormes repercusiones, estimadas, en promedio,
en el equivalente al 5% del importe de las ventas de cada año. Lo que
nos da idea del impacto de dicho riesgo.
En cuanto a la probabilidad de ocurrencia, que sería el
segundo de los atributos con los que podríamos
estimar la importancia del riesgo, tanto a nivel inherente como
residual. Este dato nos lo podría facilitar la dimensión del famoso triángulo
de fraude que sea aplicable en cada organización.
Recordemos que fue D. Cressey quien en 1961 expuso su conocida teoría respecto a los
condicionantes para que se materialice el fraude, debiendo coexistir para ello
tres situaciones:
1º) Motivación (incentivo, presión). Cuando la
Administración u otros empleados tienen un estímulo o presiones que les aportan
razones justificativas para cometer fraudes.
2º) Poder (Oportunidad). Serían las
circunstancias que facilitan las posibilidades de perpetuar fraudes (por
ejemplo la ausencia de controles, controles ineficaces, o la capacidad de la
administración para abrogar los controles).
3) Racionalización, actitud. Cuando las personas
son capaces de racionalizar un acto fraudulento en total congruencia con su
código de ética personal o que poseen una actitud, carácter o conjunto de
valores que les permiten, consciente e intencionalmente, cometer un acto
deshonesto.
Teniendo presente la representación gráfica del triángulo
con el que encabezamos estas líneas, creemos que la dimensión que el mismo
tenga, es decir su área, determinará la probabilidad de ocurrencia, ya que si
los tres factores tienen una dimensión elevada, la probabilidad también lo
será; por eso, la mejor forma de
combatir los riesgos de fraudes, es la de incidir sobre estos tres factores, reduciéndolos, pero no de forma simultánea, pues basta con que uno de ellos no
esté presente para que el riesgo no se materialice, o en el peor de los caso
que se minimice. Como representamos en el siguiente cuadro.
Como se observa en la figura anterior, el lado que hemos
reducido es el que se corresponde con la oportunidad, y ello no de forma
caprichosa, sino porque es el factor en el que la Organización tiene una mayor
capacidad de actuaciones, puesto que si bien sobre la motivación y la
racionalización las empresas pueden adoptar decisiones que se trasladen a los comportamientos de los empleados, hemos
de reconocer que al final, estos dos
factores (motivación y racionalización)
dependen en gran medida de la postura que adopten los propios individuos, con
independencia de las medidas que las empresas adopten para reconducirlos.
Por consiguiente, y siendo así, y no pretendiendo señalar
que debemos desentendernos de las motivaciones y de la racionalización, pero sí
para señalar que la trascendencia que tiene combatir/gestionar/administrar convenientemente el factor
“oportunidad”, en donde radicaría el éxito de controlar la probabilidad de
ocurrencia, de forma que si pudiésemos suprimirlo, habríamos conseguido eliminar totalmente el
riesgo de fraude, a pesar de lo importante y
altos que fuesen las motivaciones y la racionalización.
Como resultado de este planteamiento, y en la medida que se
compartiese, deberíamos priorizar los controles con los que minimizar las
“oportunidades” que puedan presentarse a los defraudadores, pues controlando
estas, habremos incidido de forma eficaz en su combate, pero además si queremos
que estos sean eficientes, deberemos decantarnos por los controles preventivos,
que son de los que mayor beneficio
obtendríamos. De estos la segregación de funciones es de donde podemos esperar
una mayor utilidad.
Saludos.
Jesús Aisa Díez
10 de Febrero de 2014.
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