Un aspecto relevante de la
actividad de las Auditorías Internas, es el correspondiente a la concreción del
Plan de Auditoría a proponer a la aprobación de la alta dirección y al Consejo,
ya que la eficacia de la función auditora vendrá condicionada por una adecuada
selección de los entes auditables, puesto que, si estos no fuesen los más
apropiados, estaremos distrayendo recursos realizando trabajos que no vienen
avalados por las prioridades de atención que deben marcar nuestra acción.
Motivo por el que, desde las Normas del Institute
of International Auditors,
se
insiste en que: “El director de auditoría interna
debe establecer un plan basado en riesgos, a fin de determinar las prioridades de la actividad de
auditoría interna. Dichos planes deberán ser consistentes con las metas de la
organización.”
Hasta aquí creo que existirá un
alto consenso entre todos los auditores que tengan a bien leer estos
comentarios, ya que parece que es lo adecuado. Pero aceptando lo señalado por
la Norma, podríamos preguntarnos seguidamente, ¿de qué forma el director de
auditoría tiene conocimiento las metas
de la organización?
.
Obviamente hay diversos modelos,
uno de ellos sería que el responsable de auditoría reciba copia de las actas de
los Comités de Dirección en donde se debaten los temas que afectan al día a día
de la empresa, y donde adicionalmente se deciden los objetivos actualizados de
la misma, una vez identificados los riesgos que la amenacen.
Otra forma es que, si el superior
jerárquico del director de auditoría asiste a dichos Comités de Dirección, que
comparta con este los temas tratados tan pronto disponga de tiempo para ello.
Otra alternativa es que el propio
director de auditoría interna asista a las reuniones del Comité de Dirección,
lo cual es, desde nuestra perspectiva, la mejor de las soluciones posibles, pero marcando una
línea roja que no debería sobrepasarse, como más adelante veremos.
La presencia del director de
auditoría en los Comités de Dirección, aparte de ser, probablemente, la mejor solución para que este conozca con
inmediatez y total objetividad los temas tratados, también cubren otros aspectos
relevantes destacados por el propio Institute
of International Auditors,
como
son, por ejemplo, el que el responsable de auditoría sea considerado como un
miembro clave del equipo directivo, o que este sienta que tiene un “asiento en
la mesa” en la que se discute la estrategia de la organización, tal y como se
incluye en el apéndice C-1 correspondiente al modelo de entrevista con el
Director de Auditoría Interna correspondiente a la nueva versión de las
herramientas a emplear en la evaluaciones externas de la calidad de la función
de auditoría (apartados 7.2 y 11.1).
Por consiguiente, a fin de que
pueda evidenciarse por la organización la relevancia funcional del director de
auditoría, así como para cubrir su propia autoestima, su presencia en el Comité
de Dirección parece también aconsejable. Pero tenemos una duda, cual debería
ser su rol en dichos órganos de debate y decisión.
En nuestra opinión entendemos que
su presencia debe ser sin voz y sin voto, solo como oyente y testigo de los
debates que se produzcan, ya que, de no ser así, podría producirse un conflicto
de intereses que condicionaría su posterior independencia y objetividad.
Esta neutralidad en los debates no
debemos considerarla como indiferencia del responsable de auditoría a los temas
y decisiones que puedan producirse en el seno de dichos Comités, puesto que su
mutismo no debe considerarse como asentimiento de lo que se pueda aprobar, ya
que si esto, en su opinión, no es lo que más apropiado, su actuación debería
ser la de comentar sus conclusiones con su superior jerárquico y/o funcional,
tal y como recoge la Norma 2600, a fin de que estos adopten la decisiones que
consideren pertinentes.
En resumen, nuestra opinión es que
el director de auditoría debe estar presente en las reuniones del Comité de
Dirección, a fin de que pueda conocer los distintos puntos de vista de los
responsables de la gestión presentes en el mismo, así como sus conclusiones,
pero sin intervenir o influir en la decisión gerencial que se adopte, ya que
eso escapa a nuestra función, y además condicionaría y comprometería la
objetividad de la función auditora. Por lo que la postura de nuestra amiga Mafalda
no responde a lo que estamos defendiendo, pues sí debemos ver y oír, pero solo
debemos limitar nuestra capacidad de hablar.
Jesús Aisa Díez
29 de noviembre de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario