domingo, 23 de junio de 2013

¿Hasta dónde debemos negociar los auditores?



Echando un vistazo al Plan de  Formación vigente en uno de los especialistas en la impartición de conocimientos para los auditores internos, he podido observar que, dentro del Capítulo correspondiente a las Técnicas de desarrollo, se incluyen diversos seminarios, tales como Taller de escritura eficaz,Técnicas de entrevistas, Arte de las presentaciones, pero también otro titulado " Negociación para auditores internos".
 
Este último taller me recuerda que, no hace muchos años, creo que fue en el 2010, tuve la oportunidad de participar en unas jornadas sobre control Interno promovidas por AHCIET, Asociación Hispanoamericana de Centros de Investigación y Empresas de Telecomunicación, en las que se expuso una ponencia sobre: Comunicación y Negociación de los auditores internos. 
 
Si no recuerdo mal, creo que, si bien en la parte correspondiente a la Comunicación hubo un consenso total sobre la necesidad de disponer por parte de los auditores de este atributo, al ser este un aspecto significativo en la relación con nuestros clientes y los responsables jerárquicos o funcionales, ya que, en gran medida, el éxito o fracaso de nuestra actividad dependerá de cómo sepamos trasladar las: conclusiones, evidencias, recomendaciones, resultados/beneficios obtenidos, e incluso necesidades,  etc; motivo por el que debemos ser muy cuidadosos, no solo en la forma elegida para trasladar la información seleccionada, sino obviamente en el fondo. En resumen,  un buen auditor interno  debe ser necesariamente un buen comunicador, por lo que su capacitación en este aspecto es también una necesidad a cubrir por los planes de formación, ya que las  habilidades comunicativas en los auditores resultarán imprescindibles si queremos hacer bien nuestro trabajo.
 
En este contexto no debe sorprendernos que el IIA en el Marco Internacional para la Práctica Profesional de la Auditoría Interna dedique varios artículos y consejos a tratar este aspecto. Así la Norma 2020-1 se refiere a la necesidad de trasladar los Planes y necesidades de recursos a la alta dirección y al Consejo; la Norma 2060 refleja la obligación del DAI de informar (comunicar) periódicamente sobre la actividad desarrollada, el propósito, la autoridad, la responsabilidad y desempeño del Plan; asimismo la Norma 2410 describe los criterios para una adecuada comunicación, en tanto que la  Noma 2420 centra su atención en la calidad de las comunicaciones, recordándonos que estas han de ser: precisas, objetivas, claras, concisas, constructivas, completas y oportunas. Añadiendo por nuestra parte otra característica adicional, y es que las comunicaciones deben ser de fácil interpretación.
 
Donde no estoy tan convencido es en la necesidad de potenciar las capacidades relativas a la  Negociación, puesto que, si bien hay aspectos dentro de la actividad auditora que sí son claramente  negociables, hay otros que, desde mi perspectiva, no lo son, o no debieran serlo, pues pondrían en cuestión la objetividad del trabajo. Veamos por qué.
 
Dentro de los temas que son perfectamente negociables, estaría por ejemplo nuestro sueldo, los recursos disponibles, sus capacidades,….., de forma y manera que si no los obtenemos en la cuantía que el Plan Anual requiere, se traslade a la alta dirección y al Consejo/Comité de Auditoría las limitaciones que tendremos para desarrollar, con la necesaria seguridad razonable, nuestra función de supervisión del entorno de control interno de la organización. También estaría dentro de lo negociable el propio contenido del Plan Anual al ser presentado para su conocimiento a los responsables de las áreas, proceso en el que es posible modificar las prioridades de algunos entes auditables en base a la opinión de los propios gestores, e incluso sustituyendo algún trabajo previamente seleccionado por otros en función de las solicitudes de nuestros clientes.
 
La  fecha de realización de los trabajos de campo, ajustándola a las necesidades o actividad de los negocios, es otro aspecto perfectamente  negociable. 
 
Obviamente, aunque con ciertas restricciones - las que afectasen a la adecuada valoración del hecho auditado -, también entrarían dentro de lo relativamente negociable la introducción de ciertas matizaciones a las conclusiones del informe, o la sustitución de un verbo o calificativo por otro (en este sentido nadie debería objetar cambiar el verbo coger por tomar, ya que, según qué países, su significado puede ser muy diferente).
 
Pero hasta aquí, más o menos,  entiendo es hasta donde debe llegar el proceso negociador del auditor, pues el resto de la actividad: programa de trabajo, elección de las muestras, evidencias encontradas, conclusiones, recomendaciones, responsabilidades, distribución de los informes,  ”rating”  global o estimación ponderada  sobre el nivel de control interno apreciado, nivel de supervisión del grado de cumplimiento de los compromisos asumidos con los que superar las debilidades evidenciadas, grado de avance observado en la implementación de las recomendaciones, etc, difícilmente permiten una negociación que no adultere el contenido de nuestra función.
 
Las  reservas  que acabamos de señalar adquieren su máxima expresión cuando la supervisión se refiere a una investigación sobre el riesgo de fraude, lo que habitualmente venimos denominamos “inspección” o recientemente “auditoría forense”, en la que los auditores especializados en este riesgo deben identificar las causas que han permitido la apropiación indebida investigada, el/los responsable/s  de la misma y su cuantía; análisis en el  que cualquier transacción no solo sería inadecuada, sino contraria a los intereses de la organización.   
 
Es posible que, atendiendo a los distintos tipos de negociaciones existentes, mi posición se adscribiera, probablemente, dentro del grupo de los denominados Win/Lose. Que es aquella negociación competitiva que se caracteriza por: 
  • Las partes miran exclusivamente sus intereses e ignoran los del oponente.
  • No se busca una solución común para ambas partes, los objetivos del otro son un obstáculo para cada parte.
  • Se utiliza la presión y  el poder. No existen concesiones.
Si fuese así, debo señalar que no participo ni reconozco que  esas tres situaciones sean las que predominan en la posición que defiendo, que no es otra que la de señalar  la inoportunidad de la propia negociación, circunstancia que  de hecho también sucede otras profesiones, como, por ejemplo, en medicina, pues no imaginamos a un facultativo negociando con su paciente el diagnostico, o las terapias, las dosis, o las medicinas a recetar. Estaría fuera de lugar; el médico, al igual que el auditor, pues también lo es respecto de la salud del paciente, basa su diagnóstico en una serie de pruebas objetivas, concluye en un diagnóstico (sus conclusiones) y emite unas recomendaciones (el tratamiento a seguir), para después hacer un seguimiento de las recomendaciones facilitadas (controles futuros).  Aspectos todos ellos, eso sí,  que deben ser comunicados de forma adecuada, pero sin que estén sometidos a negociación, pues no procede.
 
Para ir acabando no resisto la tentación de recordar que la “negociación” fue la causa de que ocasionó sucesos como el de ENRON, ya que la desaparecida Arthur Andersen sí practicaba de forma implícita esta habilidad,  anteponiendo sus intereses comerciales al rigor de sus conclusiones, debido al conflicto de intereses en el que se encontraba inmensa. 
 
En resumen, la habilidad directiva de la comunicación es muy necesaria para ejercer adecuadamente la función auditora, pues en gran medida el que un Departamento de Auditoría consiga aportar verdadero valor a la organización, dependerá en un gran porcentaje de la habilidad comunicadora de que disponga.

No solo hay que trabajar bien, hay que difundir el resultado de nuestro trabajo en forma conveniente
Sin embargo, la negociación a realizar por el auditor debería limitarse a aquellos aspectos colaterales a los que se circunscriben su actividad, pero sin afectar al contenido, presentación y distribución de los trabajos individual y colectivamente considerados, de forma que queden salvaguardados los principios de independencia de criterio y nuestra objetividad,  todo ello sin olvidar que cuando hablamos de negociación nos estamos refiriendo a un proceso de múltiples acepciones entre dos partes, de las que nos decantamos por la de L. Munduate: ¨ La negociación es un proceso de toma de decisiones en el que dos o más partes interdependientes hablan entre sí en un esfuerzo por resolver sus intereses antagónicos ¨. Lo que sucede es que los intereses antagónicos, son por un lado los de la empresa y por otro los individuales del auditado, bien por impericia, comodidad o beneficios económicos. 
 
Permítanme recordar un símil antinuclear muy usado hace unos años, “Nuclear, no gracias”, que creo que podríamos transformarlo y aprovecharlo en un: “Negociar, no gracias”
 
Jesús Aisa Díez
23 de Junio de 2013
 

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