domingo, 22 de diciembre de 2013

EL ESCEPTICISMO TAMBIÉN


Como bien conocemos, el Marco Internacional para la Práctica Profesional de la Auditoría Interna es el documento que recoge las Normas que debemos cumplir los profesionales que nos dedicamos a la función de auditoría interna, así como los consejos que The Institute of Internal Auditors entiende oportuno compartir a fin de que nos familiaricemos con las mejores prácticas al uso dentro del ámbito de la actividad auditora. Todo ello sin olvidar el Código de Ética que debe guiar nuestras funciones  para poder conseguir la debida confianza de las distintas partes interesadas respecto de  nuestro trabajo.

Dicho Código de Ética afecta individualmente a los profesionales que desarrollamos trabajos de auditoría interna, así como a las organizaciones que proveen este tipo de servicios . Motivo por el que, al efectuar las evaluaciones de calidad de las Unidades de Auditoría Interna, no solo se verifica que existe el Código, sino que el mismo esté asumido formal y expresamente por los diferentes miembros que conforman, o colaboran, con dichas Unidades.

Sus principios y reglas de conducta del Código son cuatro: Integridad, Objetividad, Confidencialidad y Competencia,  en base a los cuales debemos ajustar nuestra actividad, pero sin olvidar que estos requisitos no son los únicos que hemos de respetar, ya que existen  otros requerimientos para ejercer adecuadamente nuestra función, como por ejemplo: escepticismo profesional, inexistencia de conflictos de intereses con las partes auditadas, empatía, etcétera.

Con respecto al escepticismo profesional, podemos señalar que es un concepto que no se cita en ningún momento en nuestro Marco Profesional, por lo que podríamos entender que el mismo no es requerido para ejercer nuestra actividad, lo cual consideráramos personalmente que no se ajusta a la realidad, puesto que si partimos de la definición que se recoge en el Diccionario de la Real Academia Española, hemos de entenderlo como: Desconfianza o duda de la verdad o eficacia de algo. Posicionamiento que es una premisa básica que debemos emplear los auditores al ejercer la función, sobre todo si estamos actuando en entornos de fraudes, ya que nuestra eficacia se pondrá de manifiesto si vemos la “botella medio vacía, en vez de medio llena”.

En este sentido el PCAOB, que como sabemos son las siglas en inglés de Public Company Accounting Oversight Board, corporación sin fines de lucro creada por la Ley Sarbanes-Oxley de 2002 para supervisar la calidad de  auditorías externas, define el escepticismo profesional como una ACTITUD que requiere una mente inquisitiva y una evaluación crítica de las evidencias de auditoría, ya que ello resulta esencial para el desempeño de cada auditoría y la consecución de auditorías efectivas.

En palabras de su Presidente, Martin Baumann, la falta de aplicación de un nivel adecuado de escepticismo profesional puede impedir a los auditores  la obtención de pruebas adecuadas para apoyar sus opiniones, pero también carencias de escepticismo  pueden impedir a los auditores  la identificación de errores materiales en los estados financieros.

Si bien el escepticismo profesional es importante en todos los aspectos de la auditoría, es particularmente importante en áreas que incluyen la valoración administrativa significativa, especialmente en las zonas con gran incertidumbre en la medición.

Recomendaciones que entendemos trasladables a la actividad de los auditores internos, debiendo asumirlas íntegramente aunque no estemos actuando en el ámbito de las verificaciones del contenido de los estados financieros, como es el caso de los auditores externos, pues no debemos ignorar que frecuentemente, o al menos posiblemente, en determinadas circunstancias los responsables de los entes auditables no compartirán con los auditores toda la información que rodea al proceso o actividad que estemos supervisando, lo que podría conducir a la obtener conclusiones inadecuadas o valoraciones no ajustadas a la realidad, lo que impediría sugerir recomendaciones verdaderamente eficaces.

Adoptar una postura escéptica, no significa que mantengamos un comportamiento inquisitorial, que no es deseable, y no es a lo que nos estamos refiriendo, sino que lo que esta pretende es que profundicemos en la razonabilidad y veracidad de los comentarios y argumentos recibidos, de forma que podamos concluir acertadamente en las causas reales que justifique los debilidades de los procesos auditados. Lo cual resultará imprescindible en la fase de determinar las oportunidades de mejora que podamos aportar a las organizaciones.

Esperando que se compartan estas opiniones, dadas las fechas en las que nos encontramos, aprovecharé para desear unas felices fiestas navideñas a todos aquellos amigos que tengan la curiosidad de leer estas líneas. Un saludo.

Jesús Aisa Díez

Madrid, 21 de diciembre de 2013

lunes, 2 de diciembre de 2013

Ver, oir y callar.

Un aspecto relevante de la actividad de las Auditorías Internas, es el correspondiente a la concreción del Plan de Auditoría a proponer a la aprobación de la alta dirección y al Consejo, ya que la eficacia de la función auditora vendrá condicionada por una adecuada selección de los entes auditables, puesto que, si estos no fuesen los más apropiados, estaremos distrayendo recursos realizando trabajos que no vienen avalados por las prioridades de atención que deben marcar nuestra acción. Motivo por el que, desde las Normas del Institute of International Auditors, se insiste en que: “El director de auditoría interna debe establecer un plan basado en riesgos, a fin de  determinar las prioridades de la actividad de auditoría interna. Dichos planes deberán ser consistentes con las metas de la organización.” 

Hasta aquí creo que existirá un alto consenso entre todos los auditores que tengan a bien leer estos comentarios, ya que parece que es lo adecuado. Pero aceptando lo señalado por la Norma, podríamos preguntarnos seguidamente, ¿de qué forma el director de auditoría tiene conocimiento las metas de la organización? .

Obviamente hay diversos modelos, uno de ellos sería que el responsable de auditoría reciba copia de las actas de los Comités de Dirección en donde se debaten los temas que afectan al día a día de la empresa, y donde adicionalmente se deciden los objetivos actualizados de la misma, una vez identificados los riesgos que la amenacen.

Otra forma es que, si el superior jerárquico del director de auditoría asiste a dichos Comités de Dirección, que comparta con este los temas tratados tan pronto disponga de tiempo para ello.
Otra alternativa es que el propio director de auditoría interna asista a las reuniones del Comité de Dirección, lo cual es, desde nuestra perspectiva, la mejor de  las soluciones posibles, pero marcando una línea roja que no debería sobrepasarse, como más adelante veremos.

La presencia del director de auditoría en los Comités de Dirección, aparte de ser, probablemente,  la mejor solución para que este conozca con inmediatez y total objetividad los temas tratados, también cubren otros aspectos relevantes destacados por el propio Institute of International Auditors, como son, por ejemplo, el que el responsable de auditoría sea considerado como un miembro clave del equipo directivo, o que este sienta que tiene un “asiento en la mesa” en la que se discute la estrategia de la organización, tal y como se incluye en el apéndice C-1 correspondiente al modelo de entrevista con el Director de Auditoría Interna correspondiente a la nueva versión de las herramientas a emplear en la evaluaciones externas de la calidad de la función de auditoría (apartados 7.2 y 11.1).

Por consiguiente, a fin de que pueda evidenciarse por la organización la relevancia funcional del director de auditoría, así como para cubrir su propia autoestima, su presencia en el Comité de Dirección parece también aconsejable. Pero tenemos una duda, cual debería ser su rol en dichos órganos de debate y decisión.

En nuestra opinión entendemos que su presencia debe ser sin voz y sin voto, solo como oyente y testigo de los debates que se produzcan, ya que, de no ser así, podría producirse un conflicto de intereses que condicionaría su posterior independencia y objetividad. 

Esta neutralidad en los debates no debemos considerarla como indiferencia del responsable de auditoría a los temas y decisiones que puedan producirse en el seno de dichos Comités, puesto que su mutismo no debe considerarse como asentimiento de lo que se pueda aprobar, ya que si esto, en su opinión, no es lo que más apropiado, su actuación debería ser la de comentar sus conclusiones con su superior jerárquico y/o funcional, tal y como recoge la Norma 2600, a fin de que estos adopten la decisiones que consideren pertinentes.

En resumen, nuestra opinión es que el director de auditoría debe estar presente en las reuniones del Comité de Dirección, a fin de que pueda conocer los distintos puntos de vista de los responsables de la gestión presentes en el mismo, así como sus conclusiones, pero sin intervenir o influir en la decisión gerencial que se adopte, ya que eso escapa a nuestra función, y además condicionaría y comprometería la objetividad de la función auditora. Por lo que la postura de nuestra amiga Mafalda no responde a lo que estamos defendiendo, pues sí debemos ver y oír, pero solo debemos limitar nuestra capacidad de hablar.  

Jesús Aisa Díez
29 de noviembre de 2013